Locura, sudor y sangre. Angélica Liddell es sentimiento,
pasión y energía. Desde que comenzara sus andaduras escénicas, allá por el año
1988, ha seguido una pauta propia, al margen del clasicismo y la resignación
mediática. Corazón del inconformismo teatral, ha luchado con uñas y dientes
para hacer llegar su visión del teatro a todo aquel que se arriesgara a
seguirla. Absolventes universos, con regusto a Grecia y Roma, pero también a
nuevos tiempos. El Jurado multilingüe del Premio Nacional de Literatura Dramática
ha visto en La casa de la fuerza, un
mundo propio, representado sin palabras, y que al mismo tiempo, conteniendo
todas ellas, consigue fundir el sentimiento que tras sus textos difunde, con su
sangre, su sudor y su locura. Simple y llanamente, una explosión de artes
circenses, sin maquillaje ni efectos añadidos. Tan sólo, ella. Directora,
dramaturga, actriz, y ante todo, conocedora de los recovecos de la psique, por
vocación y placer, que vuelve a demostrar, a pesar del tardío reconocimiento
que hay luz y sentido en el asedio constante a las rutinas del arte.
El Centro de Documentación de las Artes Escénicas de
Sevilla, en su intento por acercar el corazón de la gironense, a quien lo
quiera, pone a disposición del público su obra, recolectada paso a paso, e
insta a visitarla, para no dejar escapar la oportunidad de acercarse a la obra
tanto textual como audiovisual, de una de las mentes más rompedoras y
atractivas de la actualidad.
Premios como el Valle Inclán de Teatro, 2007, por El
año de Ricardo, el Premio SGAE de Teatro 2004, por la obra “Mi relación con la comida”,
o el Premio de Dramaturgia Innovadora Casa de América 2003, con su Monólogo
necesario para la extinción de Nubila Wahlheim y Extinción, respaldan la carrera artística de
un dramaturga que ha seguido sorprendiendo en los diversos campos de la
literatura publicando tanto teatro, resaltando obras como Greta
quiere suicidarse, Suicidio de amor por un difunto desconocido,
como narrativa, con En el suspiro, el lucernario embozado o Camisones para morir, hasta acabar abarcando
con Los deseos en Amherst su visión más poética.
Las entrañas de sus obras, quedan así, dispuestas dentro
del desacralizado convento de Santa Lucía, esperando la inquietud de quien tras
la noticia del galardón, en los medios, sienta sana curiosidad de conocer los
entresijos espirituales y creativos de una Angélica Lidell, que sin tener que
demostrar nada nuevo, irrumpe en la actualidad, recompensada con uno de los
premios más prestigiosos, encumbrándola, hoy, con noticiosa teatral.
SEVILLA / J.P De Cosa
SEVILLA / J.P De Cosa
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